lunes, 28 de septiembre de 2015

Piano y violín.



Mirarte a los ojos, sentir mi fragilidad,
amontonar las lágrimas que repartiré a partes iguales en mi Testamento.
Cogerte de la mano, congelarme,
reír por la torpeza de no saber hacer formas con las sombras.
Subirme a tus pies, notar las alturas,
bailar música triste de piano y violín sin letra.
Acercarme a tu oído, susurrar entre calor,
chapurrear palabras en francés que nadie entiende.
Acariciarme la espalda, notar las curvas de los dedos,
experimentar la alineación de los planetas.
Meter la cabeza bajo las sábanas, abrir bien los ojos,
comparar el blanco nuclear con el moreno de playa.
Morderme el labio, manchar de carmín,
que escueza el agua de mar en las heridas.
Acercar la cara, quedarme inmóvil un instante,
mover mis pestañas hasta que estornude. 
Oler a café recién hecho, romper mil platos, 
jugar a hacer la guerra aunque nuestra bandera blanca diga que somos paz.
Soñar despierta, pensar dormida, escribirle a nadie,
enfocar a los protagonistas de mis cuentos,
pixelar a los malos de mis películas de pesadillas.