El vaho dibuja formas en el aire que cobran vida al salir de las bocas de los transeúntes, en los charcos de la carretera se reflejan miles de vidas que pasan a cámara rápida con su paraguas en la mano, como si no les importase nada más allá de llegar a la hora programada sin mojarse, corriendo como si compitiesen entre ellos por ver quién llega primero a una meta que no existe. El estrés se apodera de la ciudad cuando los ojos todavía no se han acostumbrado a la aún oscura madrugada y lo único que alumbra a los pasajeros son sus cigarrillos, alguna que otra pantalla del móvil y las primeras luces encendidas en las ventanas de los edificios.
Y mientras todos caminan absortos en sus pensamientos, chocándose unos con otros, empujándose para subir al autobús antes que nadie, yo soy la que da un paso por cada tres suyos, a la que le da igual mojarse bajo la lluvia y cierra el paraguas en medio de la calle, la que se pone los cascos para olvidarse del mundo, la que llega tan pronto que se para en medio del andén y deja pasar el metro de las ocho y tres.
Me encaaaanta :D
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