sábado, 2 de enero de 2016

365.


Trescientos sesenta y cinco,
los días que paso descubriéndome,
encontrándome yendo de bares con el odio y el amor, 
invitando al caos a cenar sushi en casa. 

Veinte,
los años que me he dedicado a soñar
con prohibiciones bailando con la libertad, 
mientras le cierro la puerta en las narices a la razón.

Seis,
el primer número que marcó la responsabilidad
para llamarme y escuchar mi buzón de voz,
mientras estaba en el cine con la felicidad. 
  
Mil
veces me sumerjo entre lápiz y papel,
recorriendo caminos que no llevan a Roma, 
yéndome de la mano con las ramas y no por ellas. 

Una hora, 
lo que tardo en levantarme para ir al baño, 
después de un par de cervezas con la ignorancia
y de una larga conversación con la inocencia. 

Cincuenta, 
las veces que pinto lo que se escribe y escribo lo que se pinta,
que no leo manuales de instrucciones
y abro las ventanas para dejar paso al huracán.  

Millones
de veces dándole vueltas a las cosas,
viendo las cosas dando vueltas
y sacando a pasear a mi conciencia.

Innumerables
ocasiones en las que la vida me sonríe
y le digo que cierre la boca para que no le entren moscas,
y pienso en que lo que tenía claro lo he perdido buscando de más.


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