domingo, 23 de noviembre de 2014

Sway.

He visto a la inocencia abrir la puerta y marcharse sin ni siquiera despedirse. No hubo tiempo de gritarle, ni de correr tras ella, ni de esperar a que se arrepintiera y volviese, pero sí de echarla de menos. He visto al miedo bailar con la valentía sin importar sus diferencias, como quien hace que alguien totalmente diferente se convierta en lo más importante de su vida, como poner azúcar y sal en el mismo plato, como quien mezcla violín y guitarra eléctrica en una misma canción. 
He conseguido lo imposible, curado lo incurable y encontrado lo invisible, he acariciado a la felicidad, con su nombre y apellidos, con sus cualidades y sus defectos, con la mala suerte persiguiéndonos, pisándonos los talones de principio a fin. La he querido y la he odiado, por hacerme la persona más fuerte del mundo, por hacerme la más débil, por acabar con mis lágrimas y con mi risa, por romperme y reconstruirme continuamente. 
Hoy la inocencia ha llamado a mi puerta y me ha preguntado si podía volver. Le he contestado que su huida consiguió que me acostumbrase a la soledad, a la oscuridad, a recordar sin llorar. Pero aún así la he dejado pasar. Porque siempre me hará falta su compañía, porque pase lo que pase siempre tendrá mi puerta abierta. 




martes, 18 de noviembre de 2014

Me perdí.

Me gusta verlo todo al revés pero sin llegar a ver negro lo que en realidad es blanco. Darle la vuelta al mundo y dejar a mis pensamientos flotando en el espacio, como desvanecerse navegando en mar abierto, como correr hacia ninguna parte. Como cogerte de la mano y echar a andar sin destino, perdiéndonos entre los laberintos que son las calles de la ciudad hasta que el sol se esconda detrás del edificio más alto. Y que no importe el tiempo que pasa, ni quién nos esté esperando, sino las ganas de echar a volar lo más lejos y alto posible, sin mirar hacia abajo, pero notando la misma adrenalina que sienten los trapecistas al moverse entre sus cuerdas. 
Me gustaría verlo todo al revés pero sin llegar a despertarme nunca. 



jueves, 6 de noviembre de 2014

Por mí y por todas mis manías.

Por no saber ni cómo, ni cuándo, ni dónde pero tener claro el con quién. Por dibujar una sonrisa en mi cara cuando por dentro estoy gritando de rabia y me ahogo en mis propias lágrimas. Por mentirme a mí misma con todos los ''Da igual'' que no dan igual. Por hacer un mundo de cosas insignificantes y esperar que me entiendan cuando ni yo misma me entiendo. Por desordenar mi mente cada día un poco más y no ser capaz de encontrar la salida de mi laberinto. Por creerme lo que no es cierto y crear esperanzas donde no las hay. Por imaginar y sentir demasiado, por confiar en mi realidad. 
Quizás lo más sensato sería adelantar mi fin de año, brindar conmigo misma y prometerme que voy a cambiar todas esas cosas que no gustan, pero si lo hiciera dejaría de ser yo, y prefiero sentir que no me importa, que seguiré viendo mi vida en mis canciones favoritas y lloraré al ver llorar a los personajes de las películas, que me aguantaré las ganas, que diré una y mil veces que no lo haré y lo acabaré haciendo, pero que no he cambiado más de lo que me cambia el paso del tiempo, que sigo siendo yo. Por ello brindo, sí, pero por mí, por todas mis manías y por poder decir por una vez ''No es por mí, es por ti'', porque yo sigo siendo yo, pero tú ya no eres tú. 

miércoles, 15 de octubre de 2014

Los días raros.

El vaho dibuja formas en el aire que cobran vida al salir de las bocas de los transeúntes, en los charcos de la carretera se reflejan miles de vidas que pasan a cámara rápida con su paraguas en la mano, como si no les importase nada más allá de llegar a la hora programada sin mojarse, corriendo como si compitiesen entre ellos por ver quién llega primero a una meta que no existe. El estrés se apodera de la ciudad cuando los ojos todavía no se han acostumbrado a la aún oscura madrugada y lo único que alumbra a los pasajeros son sus cigarrillos, alguna que otra pantalla del móvil y las primeras luces encendidas en las ventanas de los edificios. 
Y mientras todos caminan absortos en sus pensamientos, chocándose unos con otros, empujándose para subir al autobús antes que nadie, yo soy la que da un paso por cada tres suyos, a la que le da igual mojarse bajo la lluvia y cierra el paraguas en medio de la calle, la que se pone los cascos para olvidarse del mundo, la que llega tan pronto que se para en medio del andén y deja pasar el metro de las ocho y tres. 

lunes, 22 de septiembre de 2014

Más libres que la Estatua de la Libertad.

Y contarnos historias hasta dormirnos, 
viajando por lo desconocido 
y encontrándonos por el camino.

Y colarme en tu mente sin tu permiso, 
rebuscando entre tus papeles 
y creando el caos de tu desorden.

Alteremos el tiempo, ocultémonos entre las sombras, 

disfrazándonos de extraños, 
 dejando que el viento mezcle nuestras respiraciones.

Soñaremos sin los ojos cerrados,
construiremos un mundo a medida,
 bailaremos en el pentagrama. 

Viviremos en una fotografía permanente, 
la oscuridad brillará
 y las agujas del reloj permanecerán inmóviles como un maniquí.

Escucharemos a la felicidad gritar,
volaremos como un pájaro,
nos sentiremos más libres que la Estatua de la Libertad.




jueves, 10 de julio de 2014

Temblando.


Me suelen decir que no muestro mis sentimientos, que soy fría, pero para qué ser transparente y sacar a la luz mis puntos débiles pudiendo ser opaca y aparentar ser fuerte y dura como una piedra cuando en realidad soy un flan  que se tambalea de un lado hacia otro como un trapecista apoyado en un solo pie sobre una cuerda.  
                             

Érase una vez.

A veces me gusta pensar que soy la protagonista de la historia de alguien. Que ese alguien pensó y creó todos los adjetivos que me definen. Que hizo que me gustase todo lo que me gusta y que odiase todo lo que odio, que me comportase como me comporto por alguna razón que desconozco, que creó mis manías a su antojo. 
A veces pienso que si fuese la protagonista de una historia y alguna vez me enterase, no sabría si matar o adorar a mi creador, por hacerme sufrir como nadie, por hacerme feliz o simplemente por hacerme como soy, que no es poco.